Las novelas de Dan Brown, ahora ya betsellers, no son sólo novelas, por más que el autor vaya diciendo lo contrario, y él lo sabe. Es posible que, como ha observado el historiador y sociólogo norteamericano Philip Jenkins, el anticatolicismo es «el último prejuicio aceptable» en nuestros días. Las solas cuatro últimas páginas justifican este libro del estudioso italiano Massimo Introvigne, especialista en análisis social y experto en ocultismo, esoterismo y gnosis. En ellas, lleva la tesis inicial de refutación de los libelos cuasi-literarios de Dan Brown, El Código Da Vinci y Ángeles y demonios, hasta las últimas consecuencias, en una lúcida deslegitimación de lo que subyace al éxito editorial de la plaga de ésta y otra literatura similar, que cientos de miles de personas han, y hemos, leído en los últimos meses. Escribe Introvigne: «Dan Brown, y quienes lo han precedido en la cadena complotista que llega hasta sus novelas, ofrecen al amplio y hoy mayoritario mundo del Believing without belonging cierta razón para creer, o muchas razones para no pertenecer. Brown calma a sus lectores, al confirmarles en la idea de que es más que legítimo, e incluso políticamente correcto, creer que en el cielo y en la tierra y en la Historia hay más cosas de las que es capaz de ver un racionalismo ya pasado de moda. Pero, sobre todo, los tranquiliza y les borra todo sentido de culpa en, o de, no pertenecer: es bueno no ser practicantes, tenéis razón en no ir a la iglesia, les ratifica. No es cuestión de pereza o de falta de compromiso, sino de algo completamente lógico: las iglesias no se frecuentan porque la Iglesia es una institución basada históricamente en la mistificación, la violencia y el engaño. La oferta de Brown encuentra así una vasta demanda, que proviene del mundo del Believing without belonging. A un pueblo por definición sin doctrinas, Brown le ofrece una ideología: hacéis bien en creer, pero también en no pertenecer, porque la Iglesia es mala». Ocurre como aquello que recuerda nuestro autor que escribió Cicerón y que puede aplicarse a la Iglesia: «Otros vientos vi, otras tempestades afronté sin miedo». Otra cuestión es la de la comunicación global y la de la comunicación de masas. Aquí, una mentira, que antes estaba localizada en un círculo limitado de personas, se ha hecho global, universal, sin límites. La lucha de la verdad por la verdad de la Historia se hace cada vez más compleja.
La eclosión de las novelas históricas representa algo más que la búsqueda de identidad. Nos encontramos en una salida en falso hacia la siempre necesaria pertenencia. Mientras que el dramatismo y la complejidad de la Historia crecen, se multiplica la fascinación por la imprevisibilidad. No son pocos los que, desconcertados por esa imprevisibilidad, que escapa a las fuerzas humanas de la razón y al ejercico de la libertad, piensan que las cartas del juego de la Historia están trucadas. Serían pocos los acontecimientos imprevistos, aunque así lo parezcan a la mayoría de las personas. Quienes están detrás de los bastidores mueven los hilos de la Historia organizada como un permanente complot. Y si de la teoría del complot hablamos, estos libros y otros muchos, lo que dejan en los lectores es el poso de que el mayor complot de la Historia es el cristianismo, que se ha ido tejiendo mediante una trama urdida para dominar al mundo y al hombre. La teoría de los macrocomplots impide que tengamos un conocimiento adecuado de los microcomplots término técnico para denominar algunas formas de ideación o de estrategia. Leer este libro, además de encontrarse con las refutaciones más elementales de las mentiras que se contiene en El Código Da Vinci, es un ejericio de salud mental.